En el top 10 de su categoría en el Ironman 2015

Héctor de Prado finalizó la prueba en un tiempo de 13h y 24 minutos

Con solo 23 años y después de enfrentarse al segundo Ironman más antiguo del mundo, Héctor ya es un hombre de hierro. Consciente de que esta famosa prueba que acaba de disputar en Lanzarote implica un esfuerzo mental mayor que el físico, recuerda cómo ha vivido la carrera con bastante serenidad y una estrategia clara.

A las 7 de la mañana comenzó la prueba de natación marcada por la ansiedad de muchos de los deportistas. La salida duró más de 5 minutos debido a la cantidad de participantes que salían a competir.  Controlando sus nervios, Héctor nadó sin problemas durante la primera vuelta, de casi 2.000 metros por el Puerto del Carmen, aunque el segundo tramo fue especialmente duro para el segoviano debido al viento y a la fuerza de las corrientes, que le obligaron a realizar una mayor distancia nadando: “Al salir tenía sensación de mareo, estaba fatigado y desorientado”, cuenta Héctor. De hecho, el triatleta recuerda que su padre y su novia, cuando le vieron fuera del agua, pensaron que no podría terminar la competición.

Tras casi dos horas en el agua tuvo un merecido descanso de 10 minutos para cambiarse el neopreno por el maillot e ingerir algo de potasio antes de comenzar la carrera en bicicleta. “Es muy importante quitarse toda la arena y secarse lo más posible para que no salgan ampollas durante la maratón”, explica.  Sobre la bici tuvo que hacer frente a un fuerte dolor de cabeza y luchar, durante más de dos horas, contra ráfagas de viento que rondaban los 70km/h. A pesar de ello, fue adelantando posiciones muy rápido.

Héctor compitiendo

En la conocida como “Recta de Nazaret”, un tramo pedregoso y de especial dificultad, tuvo problemas porque el portabidones de la bicicleta se desprendió y tuvo que transportarlo en la mano durante buena parte del recorrido. Terminó esta etapa en la posición 765 de la general, un resultado muy positivo antes de enfrentarse a la última parte del Ironman, la maratón.

Tres vueltas al paseo marítimo componían esta tercera etapa que Héctor comenzó bastante fresco pese a llevar ya nueve horas de competición. En el primer tramo “sentía los pies como si fueran de corcho”, reconoce, pero aún no había llegado lo peor: “Hacia el kilómetro 27 empecé a marearme mucho, tenía que fijar la mirada en un punto del horizonte para mantenerme en la carrera, incluso probé a pararme, pero me mareaba aún más”, cuenta.

Entre sus compañeros hubo desvanecimientos, gente inconsciente tirada en el suelo y, sobre todo, personas sin fuerzas que decidieron dejar de correr y terminar la prueba caminando. Héctor, sin embargo, se motivó por la cercanía del final e hizo el último tramo muy rápido (a un ritmo de 4 minutos y 30 segundos), incluso entró en la meta esprintando: “Entonces sientes que no te duele nada… fue uno de los momentos más felices de mi vida”, describe sonriente.

Había cumplido el reto para el que llevaba más de un año y medio entrenando. Besó el suelo, como suele hacer al terminar cada competición en respeto a la prueba y en recuerdo de una mala caída que sufrió con apenas 15 años, y empezó a recibir felicitaciones: “Media hora después de cruzar la meta ya tenía ganas de hacer otro Ironman”, confiesa feliz.